Los recursos son limitados, y las posibilidades de inversión en ocasiones parecen infinitas.
Si hablamos de recursos humanos, nos encontramos una opciones aún más reducidas. La capacidad humana es un problema, pero tal vez lo más importante es el dónde ponemos el énfasis.
Esta reflexión me viene a la cabeza a raíz de una contaminación de mi ordenador por un virus. Llevo 25 años utilizando ordenadores y esta vez ha sido la primera que algo así me ha ocurrido. No solo contaminamos el planeta (y sus proximidades con chatarra espacial), también tenemos el gusto de llenar de porquería el ciberespacio.
El virus que ha contaminado el ordenador es muy listo, está muy bien diseñado. Se autocopia cambiando la localización y el nombre. Solo son anuncios, pero después de un largo fin de semana intentando eliminarlo (la desactivación fue más sencilla) me decidí a cortar por lo sano: borré el sistema operativo y lo instalé de nuevo. De hecho, recreé el mundo.
Dos conclusiones puedo derivar de esto:
I) Los seres humanos dedicamos recursos para actividades que se podrían catalogar como malignas, contrarias al interés de la mayoría. Justamente ahora, cuando nos podríamos estar enfrentando a una crisis de carácter global, cuando más necesitamos que todo el mundo arrime el hombre, ponga de su parte.
II) Contrariamente al ordenador, la Humanidad no puede rebotar al planeta, no podemos reinicializar el sistema, empezar de cero. Debemos partir de lo que tenemos, y tener un cuidado exquisito para conservarlo y, de ser posible, mejorarlo.