Desde hace varios días, ronda por la playa un pelícano. No puede volar, tal vez tenga rota una ala. Hay quien se compadece de él, otros incluso le dan alimento. No sé si mostrarían análogo comportamiento ante otro seres humanos.
Mientras, las gallináceas, mitad buitres, mitad rapaces, sobrevuelan las palmeras, esperando su momento. Ley de la naturaleza. Y en mitad de la bahía, las ballenas juegan, cortejan, aprenden. Nos regalan, desde su majestuosa indiferencia, sus impresionantes saltos.
Sin embargo, ni unos ni otros pueden saber que los días pueden estar contados. El llamado desarrollo humano, con un futuro puerto, amenaza todo el ecosistema. Tal vez solo el pelícano puede ser consciente de alguna manera de la inmediata brevedad de su vida.
Mientras, las gallináceas, mitad buitres, mitad rapaces, sobrevuelan las palmeras, esperando su momento. Ley de la naturaleza. Y en mitad de la bahía, las ballenas juegan, cortejan, aprenden. Nos regalan, desde su majestuosa indiferencia, sus impresionantes saltos.
Sin embargo, ni unos ni otros pueden saber que los días pueden estar contados. El llamado desarrollo humano, con un futuro puerto, amenaza todo el ecosistema. Tal vez solo el pelícano puede ser consciente de alguna manera de la inmediata brevedad de su vida.
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